EL DESARROLLO MOTRIZ Y EL JUEGO EN EL
NIÑO
En los primeros dos años de vida del niño es
evidente el crecimiento rápido en lo psíquico, físico y social. El desarrollo
desde el nacimiento a los dos años el niño aprende a rodar, sentarse, pararse,
caminar, correr, alcanzar, ver, mirar, todo se convierte en algo que hay que
explorar con todos los sentidos, cada miembro y cada órgano. El desarrollo
invisible es muy sorprendente, el cerebro infantil se agranda, con neuronas que
se conectan entre si.
La comida que digiere el estomago envía los
nutrientes para la actividad del cerebro y el desarrollo físico que incluyen el
peso, la altura y las habilidades motoras y la maduración cerebral proporciona
las bases del crecimiento. También es muy importante el control medico,
vacunas, nutrición, estimulación y el sueño suficiente y regular, este se
reacciona con la maduración cerebral y es fundamental para el equilibrio
emocional y adaptación psicológica.
En realidad todo comienza bastante antes, ya en la
vida intrauterina el feto se mueve de distintas maneras. Primero están los
movimientos realizados como reacción, es decir cuando algo toca cualquier parte
de su cuerpo, segundo, aquellos que realiza espontáneamente, y por ultimo el
movimiento toráxico, que parece ser su respiración.
Un feto es capaz de tocar distintas partes de su
cuerpo con sus manos y pies, y el cordón umbilical debe tanto entrar en
contacto con su cuerpo y sus miembros, realiza axial movimientos llamados
reflejos que lo alejan del contacto para evitarlo por ser perjudicial, al
desarrollarse pueden cambiar de sentido, como si buscara el contacto para explorarlo.
A las seis semanas las manos se encuentran muy
cerca de la boca, si tocan el área que la rodea, retirara su cabeza alejándose
y la abre. Más tarde la cabeza se vuelve hacia la mano, y, es posible que
introduzca un dedo en la boca. A las nueve semanas la mano esta formada como
para que pueda doblar sus dedos si se le toca la palma de la mano. El contacto
sobre la planta del pie hace que encoja los dedos, o los extienda en forma de
abanico, doblando al mismo tiempo la pierna a la altura de la rodilla y de la
cadera para evitar el contacto. Se desarrollan también, movimientos que simula
el andar y el gatear, como respuesta a las distintas posiciones en las que se
encuentra. A las once semanas puede deglutir y comienza un círculo de
circulación al tragar parte del líquido amniótico circundante y orinado
después. Los movimientos de la boca pueden producir muchas expresiones faciales
tales como sonrisas y risas. Cuando llega a las doce semanas puede cerrar los
dedos y el pulgar. La presión sobre la base del pulgar le hará abrir la boca y
mover la lengua. Con veinticinco semanas puede asir con fuerza suficiente para
soportar el peso de su cuerpo.
El embrión realiza movimientos espontáneos desde la
séptima semana de vida intrauterina, pero en general su mama no los sentirá
hasta las dieciséis semanas. Algunos de estos movimientos mantienen unas
variaciones cíclicas que pueden relacionarse con las distintas fases de sueño
que el feto atraviesa dentro del útero. Se demostró que la actividad de los
niños aumentaba cuando las mamas se encontraban bajo tensión emocional, si la
emoción era intensa, pero corta, el aumento de la actividad era puramente
transitorio, pero con las alteraciones que duraban largo tiempo aparecía un
aumento prolongado de hasta diez veces el nivel normal. Sabemos que el feto es
capaz de reaccionar al tacto y de realizar así movimientos espontáneos.
Los primeros movimientos que se pueden provocar en
el recién nacido consisten en reflejos, es decir en acciones involuntarias
desencadenadas por estímulos externos de distintos tipos. Nacido el infante
tiene importancia determinar si su sistema nervioso es sano, lo cual se hace
tratando de provocar en el los reflejos que cabe esperar.
En el reflejo del Moro el infante estira los brazos
y los dedos de las manos, y también algo débilmente las piernas y a
continuación lleva las cuatro extremidades, así como los dedos a una postura de
flexión contra el cuerpo. El reflejo del Moro se advierte el efecto ya a la
novena semana y siempre existe en los infantes durante los tres primeros meses
de vida. Si persiste mucho más del noveno mes de vida puede sugerir la
existencia de retardo. Otro reflejo es el Tónico Cervical de las extremidades.
Si se hace girar el cuello del infante, el estiramiento de los músculos
cervicales provoca que las extremidades del lado opuesto se flexionen. Este
reflejo se observa casi siempre en los bebes prematuros y durante la primera
semana de vida. Otro es el reflejo de prension palmar y plantar, tocar las
palmas de las manos así como la parte delantera del lado inferior de los dedos
de los pies tiende a causar la flexión, respectivamente de las manos y los
pies. El movimiento de ojos de muñeca se da cuando se inclina hacia delante la
cabeza del bebe, sus ojos tienden a mirar hacia arriba. Si la cabeza es
mantenida hacia atrás los ojos miraran hacia el mentón. Este reflejo se
advierte casi siempre en el infante prematuro y es el normal durante el primer
día de vida. Hacia el fin de la segunda semana de vida puede observarse el
reflejo de marcha en el que muchos infantes caminan si se lo sostiene en
posición vertical, de tal manera que sus pies puedan tocar una superficie
horizontal plana. Este reflejo tiende a desaparecer, y alrededor del quinto mes
ya no se lo advierte. El reflejo de gateo puede observarse si se pone al
infante boca abajo sobre una superficie y aplica presión a la planta de uno u
otro pie alternativamente, el bebe responderá con una pauta de gateo ejecutada
con sus extremidades superiores e inferiores, este reflejo se advierte desde el
nacimiento hasta el tercer y cuarto mes. Uno de los reflejos mas interesantes
que se advierten en el bebe consiste en los movimientos de natación que ejecuta
si se los mantiene en agua o por encima de esta, habitualmente estos movimientos
desaparecen hacia el quinto mes de edad. Además de estos reflejos, los recién
nacidos presentan uno similar a la ascensión vertical, que se da a fines del
primer año de vida y comienzos del segundo.
No se conoce con claridad la índole exacta de la
interacción entre los reflejos y los movimientos voluntarios incipientes, pero
es necesario que desaparezcan los primeros para que se den los segundos.
Hay distintos tipos de locomoción independiente en
el infante, la época que aparecen varia según el infante y su duración depende
de factores tanto ambientales como relativos a la maduración.
El infante empieza a arrastrarse cuando se lo ha
dejado permanecer tendido sobre el pecho durante periodos largos y es probable
que realice las primeras tentativas de arrastrarse utilizando los brazos como
elemento de tracción. Por lo general en las primeras tentativas no intervienen
las piernas. Por lo común empieza a arrastrarse entre el cuarto y el duodécimo
mes, la duración de esta etapa es muy variable. A partir de la actividad de
arrastrarse se desarrolla el gateo. Las primeras tentativas por sostenerse
sobre los miembros conducen a una postura de codos flexionados, con los pies
recogidos debajo de las caderas. En una primera etapa el bebe solo mueve un
miembro por vez y en una segunda etapa siempre mueve las extremidades contra
laterales en la misma dirección y al mismo tiempo. Algunos desarrollan el
método poco usual de deslizarse hacia delante en posición sentada, utilizando
los talones para ejercer tracción. La posición vertical generalmente se empieza
a asumir desde la posición supina. Alrededor del cuarto o quinto mes de vida a
aprendido a darse vuelta. Las primeras tentativas por darse vuelta se pueden
explicar por un encadenamiento de varios reflejos el infante al ser atraído por
un objeto que se mueve lo sigue con los ojos y la cabeza. Esto provoca el
reflejo de enderezamiento del cuerpo o de la cabeza y de esta manera se consuma
la vuelta del cuerpo. Alrededor del séptimo mes, el infante efectúa intentos de
sentarse durante lapsos cada vez más largos y puede que en el décimo mes logre
sentarse.
Una vez adoptada la posición sentada, la siguiente
tentativa será por ganar a vertical, lo cual dependerá de la presencia de
refuerzos sociales tales como oportunidades de asirse de muebles. El infante
puede empezar a caminar con apoyo constante de las manos. Entre el duodécimo y
el décimo quito mes el niño será capaz de pasar sin ayuda a la posición de
espaldas a la de pie. Después de alcanzar la posición vertical, entre el décimo
y decimoquinto mes empieza a moverse lateralmente por la periferia de las cosas
de las que puede tomarse de las manos, los primeros intentos por caminar hacia
delante pueden ser frustrados por la excitación y el niño caer al suelo. Las
primeras tentativas por dar pasos en la posición vertical se caracterizan por
la amplia apertura de las piernas, que le ofrecen así mayor base de
sustentación: los pies e vuelven hacia fuera y las rodillas se flexionan
directamente. Los primeros pasos del infante no son regulares, ni acompañados
por movimientos de los brazos.
Jugando con un bebé de 0 a 6 meses
En estos primeros tiempos los bebés son
sostenidos por los brazos de sus padres y en este vínculo, es donde empiezan a
aparecer los primeros juegos. El cuerpito del bebé es accionado todo el tiempo
por la persona que lo cuida (sea su madre, padre u otro quien cumpla la
función), proveyéndole todas sus necesidades básicas. Quizás aquí comienzan las
primeras marcas importantes en el cuerpo del bebé: la manera de ser sostenido,
la calidez del abrazo, la seguridad de esos brazos, el mecerse en determinados
momentos, el acompañamiento en los momentos de cólicos, las primeras sonrisas,
las caricias, el amor y las canciones que acompañan el momento del baño.....
En todas estas acciones, a medida que
la pareja de padres se va relajando y va sintiendo que lo que están haciendo
está bien, y comienzan a disfrutar del placer de la paternidad, pueden aparecer
los primeros juegos. Estos son los juegos por excelencia de los primeros meses.
El primer objeto de juego que tienen los bebés es su propio cuerpo. Se chupan
las manos, tratan de llevarse los pies a la boca, etc.Surgen por ejemplo, los
juegos de manitos. Existen muchísimas canciones y cada madre o padre debe hacer
uso de su memoria y cantar las que conoce de su propia infancia, que no son tan
distintas de las de hoy. También existen los cuneros o sonajeros que al moverse
tienen una musiquita y a ellos les gusta mucho seguirlos por el movimiento o
por la música misma. Lo más importante es la actitud y la disponibilidad que
pueden ofrecer los padres para encontrar el placer en el vínculo entre ellos y
su bebé. Con un objeto o simplemente con el cuerpo, se pueden crear las bases
para asegurar un camino de placer.
- De 0 a 1 mes
Durante el primer mes de vida, el bebé ocupa la
mayor parte de su tiempo durmiendo. Se encuentra, fundamentalmente, entregado a
la tarea de adaptarse a la vida extrauterina intentando mantener el equilibrio
de su cuerpo que tan a menudo pierde a través del llanto, del hambre, del
sueño, del malestar. Depende para ello, en absoluto, de su madre. Durante estas
primeras semanas no se puede considerar aún que el niño juegue, más bien, el
bebé "es jugado" por otros. Los papás comienzan a advertir que hay
determinados juegos que estimulan a su hijo pues son acordes a sus logros
evolutivos. El bebé de cuatro semanas posee movimientos corporales
involuntarios y reflejos, no pudiendo aún sostener su cabeza. Sus puños
permanecen todo el tiempo cerrados. Puede fijar la mirada en un estímulo visual
por unos segundos y buscar con ella una fuente de sonido. Así, por ejemplo,
jugar a mecer al niño con determinado ritmo, cantarle suavemente para que se
oriente hacia la voz, colocar algún objeto móvil de color llamativo para que
fije su mirada en él, intentar sentarlo tomándolo de las manos para que vayan
fortaleciendo los músculos de su cabeza, son juegos de gran beneficio e
importancia vital para el niño pues el contacto con él dará lugar al desarrollo
del apego y de la conducta social. En consecuencia, los juegos de mayor
importancia a partir de este primer momento de la vida y durante todo el primer
año del niño, serán los que podríamos llamar "juegos piel a piel" ya
que el bebé necesitará tiempo para elaborar la separación del útero
materno.
- De 2 a 4 meses
A partir del segundo mes de vida y hasta el año y
medio, el niño comenzará a desarrollar un juego que puede llamarse "juego
funcional" o "juego de ejercicio" y que tiene por finalidad la
repetición de determinada acción "una y otra vez" por el placer que se
desprende de la acción misma y también por el placer que le otorga al niño el
poder que ha logrado sobre una adquisición. Veamos, entonces, cómo varía con el
desarrollo este tipo de juego.
Entre los dos y los cuatro meses, el proceso
madurativo y la interacción del niño con quienes lo estimulan afectivamente,
ubican al bebé en relación con sus nuevos logros: el sostén cefálico le permite
fijar la mirada y relacionase por primera vez con el rostro de la madre a quien
aún no reconoce como tal. Ello dará lugar a una respuesta novedosa, la sonrisa
social. Alrededor de los tres meses será capaz, también, de juntar sus manos y
llevarlas a la boca. En esta etapa el bebé aprende que hay movimientos
corporales que le producen gran placer y jugará a repetirlos una y otra vez.
Así, los movimientos de manos y pies de manera reiterada, el seguimiento visual
de objetos en movimiento, el chupeteo de sus manos y de otros objetos que se
lleva a la boca, la reiteración de sonidos vocales, serán los juegos corporales
por excelencia. Los padres suelen jugar en esta etapa mirando al niño a los
ojos, acariciándolo, conversando con él, reiterando los sonidos que emite,
tomando sus manos para que el bebé las mire y las lleve a la boca. También le
acercan objetos para que el niño tome con sus manos e intente chupar. Los
móviles y sonajeros son juguetes que estimulan y acompañan el juego del niño.
- De 4 a 8 meses
De los cuatro a los ocho meses de vida los
progresos en el desarrollo han sido notables. El bebé comenzará a redescubrir
el mundo ya que logra erguirse en sus miembros superiores, girar alternadamente
su cabeza hacia ambos costados y rolar con su cuerpo en el espacio. Hacia el
quinto mes aprenderá a tomar los objetos voluntariamente con sus manos y en el
sexto mes habrá adquirido la posibilidad de permanecer sentado sin ayuda. El
autoconocimiento de su cuerpo se amplía significativamente ya que puede
llevarse a la boca no sólo las manos sino también los pies. Los papás se
sienten tentados en esta etapa a colocar al niño frente al espejo por lo cual
sentirá gran júbilo aunque todavía no reconozca que esa imagen le pertenece. El
bebé logra imitar los juegos de mover las manos que le proponen sus papás u
otros juegos de gestos y sonidos. Los juegos con el lenguaje también toman relevancia
pues el bebé comenzará a balbucear, es decir, a repetir series de consonantes y
vocales que utilizará para jugar y para comunicarse. En esta etapa el juego del
niño también consistirá en el ejercicio de su movimiento, pero a diferencia de
la etapa anterior, su juego ha incorporado los objetos. Jugará, entonces, a
agitar, golpear, frotar, arrojar sus juguetes. Hará sonar una y otra vez un
sonajero u otro objeto que casualmente ha aparecido en su mano aunque todavía
no busque el objeto para ese fin. Ahora los papás podrán ofertarle nuevos
juguetes atractivos que pueda llevar a la boca, cintas de colores, cascabeles,
papeles para rasgar, arrugar y hacer sonido, etc., e incluso podrán jugar a que
el niño pueda tomarlos por sí mismo. Es en esta etapa cuando comienza a
producirse una "suave diferenciación" de su mamá, cuyo rostro
explorará táctil y visualmente comenzando a distinguir los rostros familiares
de los que no los son. Es importante reconocer en esta etapa cómo los objetos
ingresan en el espacio de separación y diferenciación que lentamente comienza a
abrirse entre el bebé y su mamá.
- De 8 a 12 meses
La etapa que va desde los 8 meses a los 12 meses de
vida, marca una notable diferencia respecto del grado de expansión y mayor
autonomía que logra el niño para la conquista del mundo. El bebé comenzará
gateando (aunque no todos atraviesen esta etapa), luego podrá mantenerse parado
y finalmente alcanzará el logro más importante del primer año de vida, es
decir, comenzará a caminar. Esto hará que logre la diferenciación corporal de
su mamá y, en consecuencia, podrá advertir con facilidad a los conocidos de los
que no lo son. Es el momento "tan conocido" por los padres como la
angustia del octavo mes. El niño jugará a alejarse de la madre pero teniéndola
siempre como "base de operaciones", volviendo a ella para
reabastecerse afectivamente.
En esta etapa el niño perfecciona todos los logros de las etapas anteriores. Conseguirá, también, tomar objetos pequeños con el índice y el pulgar. Jugará repitiendo todo aquello que le resulte interesante. Por ejemplo, mete un juguete adentro de otro y lo saca, o bien, golpea un objeto contra otro por largos períodos de tiempo. Los juegos de lenguaje también se complejizan ya que el niño comienza a comprender algunas órdenes sencillas como "dame", "vení", "tomá", etc. La imitación y la búsqueda de objetos se han desarrollado. Los papás pueden ahora jugar a esconder un juguete delante de la vista del bebé ya que éste intentará buscarlo activamente. Jugar a las escondidas con la sábana o tirar un juguete para que se lo alcancen son juegos cruciales para el niño en esta etapa y nos indican los nuevos recursos con los que cuenta para elaborar la aparición y desaparición de su mamá. El bebé juega, entonces, a perder y reencontrar, a desaparecer y reaparecer.
- De 12 a 18
meses
De los 12 a los 18 meses el niño se muestra como un
explorador sumamente activo en su entorno y con una gran necesidad de
investigación de sus habilidades y también de todo lo que lo rodea. El juego
exploratorio del niño se repetirá también incesantemente pero no sólo para
afianzar lo que ha conquistado sino para obtener resultados nuevos. Si
tuviéramos que definir la conducta del niño en esta etapa diríamos que se
comporta como un "pequeño científico". El interés por su cuerpo
continúa acrecentándose para recaer en todos los orificios corporales. Su juego
exploratorio consiste en meter sus deditos en los ojos, los oídos, las bocas.
Su interés por los agujeros corporales se desplaza, a su vez, a los objetos. Es
cuando el niño queda atrapado observando y experimentando con las rejillas, los
caños, las cerraduras... Descubre en este tiempo que hay objetos huecos que
pueden contener otros adentro más pequeños y se interesa mucho en ello. En esta
etapa los papás pueden ofrecerle bolsas o recipientes que contengan dentro
otros juguetes para que su hijo juegue a "meter y sacar", juego que
inaugura el futuro "dar y recibir". Su inquietud por saber qué hay
dentro de su cuerpo y, en consecuencia, dentro de los objetos, hacen que sea
muy destructivo y rompa sus juguetes por el sólo hecho de "ver".
Las habilidades motoras que el niño ha adquirido hacen que disfrute inmensamente de ellas y de todos los juegos que las favorezcan y estimulen. Así, los juegos de las plazas le resultan sumamente atractivos aunque para los padres también represente una fuente de peligro porque advierten la enorme distancia que existe entre lo que el niño desea y lo que realmente puede. La experiencia de "jugar en la plaza" le ofrece algo más: el encuentro con otros niños. Su interés recae también sobre sus pares aunque todavía no sepa jugar con ellos pues se encuentra, aún, en la ardua tarea de reconocer el cuerpo propio como diferente del de los otros, elaborando el inmenso duelo que implica saperse, cada vez más, separado de su mamá. El encuentro con otros niños le servirá para observarlos, ver qué hacen, y tomar elementos para continuar la tarea de elaborar lo que ha emprendido.
- De 18 a 24
meses
Entre los 18 meses y los 2 años el niño ha aprendido
a subir y bajar escaleras, caminar para atrás, manipular con destreza objetos
pequeños, hacer torres, abotonar y desabotonar... En esta etapa los papás
juegan con su hijo a lanzar, atrapar una pelota, ofrecerle prendas con botones
o lápiz y papel para dibujar. La curiosidad infantil sobre el cuerpo se acentúa
y se centra, ahora, en los contenidos de su cuerpo: la orina y las heces. Los
juegos con arena, arcilla, tierra, son sus preferidos pues representan sus
productos corporales. Es en este momento cuando el niño comienza a desarrollar
el juego de trasvasar, es decir, de hacer pasar el contenido de un recipiente a
otro. Su juego tiene un enorme sentido: el niño se prepara para poder ofrecer a
voluntad lo que sale de su cuerpo. Será el momento en que está disponiéndose
para el control de esfínteres.
El niño continúa en esta etapa con un interés
creciente con relación a poder jugar con otros nenes, pero el juego continúa
siendo paralelo. Juegan unos al lado de los otros pero sin poder compartir.
El final de esta etapa hereda un hito crucial en el
desarrollo: la adquisición del lenguaje. Será entonces cuando el niño pueda no
sólo ejercitar sobre su cuerpo con el empeñoso afán de conocerlo y construirlo,
sino que también podrá representarlo mentalmente. Con esta importantísima
adquisición culminará el "puro juego de ejercicio" (que no desaparece
sino que será retomado en las etapas siguientes) para dar comienzo al
"juego simbólico" o "juego de ficción". El niño podrá jugar
entonces, no sólo "con" los juguetes, sino "recreando" los
juguetes. A partir de este momento el niño jugará, no porque tiene juguetes,
sino "porque los inventa". Por ejemplo, al agarrar una taza vacía
hará "como si tomase agua" y luego la entregará al adulto para que
haga lo mismo. Desde ya, lo está invitando a jugar...
LOS ATRIBUTOS MOTORES GRUESOS EN LA
EDAD PREESCOLAR
Estos años representan un periodo de
experimentación por parte de los pequeños. Durante este periodo los niños
empiezan a manifestar varias asimetrías en su manera de moverse. Se torna
aparente la preferencia por una mano, y también la preferencia por un oído o
por un ojo. En general los primeros cinco años de vida constituyen un periodo
de acentuados cambios. El infante comienza a cobrar las dimensiones físicas de
un niño, se torna independiente en varias tareas que conciernen su propio
cuidado. El que daba sus primeros pasos en forma circular, ahora corre en forma
más lineal. El niño de cuatro a cinco años sustituye a menudo el movimiento por
el pensamiento. Al mismo tiempo, se torna maduro como para ir a la escuela y
aprender a leer y a escribir.
La mayoría de los autores sostiene que la
preferencia por una mano aparece en una edad bastante temprana y se pone de
manifiesto cuando el infante comienza a golpear objetos durante el tercer y
cuarto mes. La mayoría de los especialistas considera que la preferencia por
una mano es tanto heredada como, aunque en menor grado, moldeada por la cultura
a medida que el niño madura. A medida que aumenta la eficiencia de la marcha,
los niños empiezan a caminar con las pernas menos separadas y en forma más
rítmica. El niño de dos años necesita vigilar visualmente su marcha y
continuamente observa la colocación de sus pies de modo que pueda superar los
obstáculos que se encuentran en su camino. Ya l a los tres años camina sin
necesidad de observar con cuidado sus pies en movimiento. A medida que el
equilibrio del niño mejora su marcha se torna más eficiente. El braceo se
integra al ritmo alternado de colocación de los pies, asimismo aumenta la
fortaleza de las piernas y la capacidad para atiesar las rodillas durante la
face de afianzamiento del ciclo de marcha. Hacia mediados del segundo año
adquieren la capacidad de marchar de costado y algo mas tarde, acaso opten de
vez en cuando por marchar hacia atrás. Puede que el niño cuando empieza a
adquirir la marcha camine en puntas de pie, pero no es común que lo hagan hasta
mediados del segundo año.
Con frecuencia se advierte que niños de dieciocho meses marchan de maneras un tanto apresuradas que se asemeja a la carrera, sin embargo no se trata en realidad de esta, porque la fuerza de sus piernas, así como su capacidad de equilibrio todavía no les permite levantar ambos pies del suelo al mismo tiempo. Entre los dos y tres años, los niños denotan capacidad para la carrera, pero por lo general carecen de la habilidad necesaria para arrancar y detenerse en poco tiempo. Alrededor de los cuatro y medio o cinco años la capacidad para la carrera se acentúa notablemente y el niño presenta un eficiente movimiento alternado de los brazos. Alrededor de los cinco años, el niño puede correr a razonable velocidad.
Tal como sus primeras tentativas por correr, los
niños pequeños cuando empiezan a intentar el salto, mantienen uno de sus pies
en contacto con el suelo. Cuando tienen alrededor de dieciocho meses se los
suele ver superar el esta forma obstáculos pequeños. Poco tiempo después,
saltan impulsándose con un solo pie y permanecen por un breve lapso suspendidos
en el aire. Alrededor de los dos años, el niño salta impulsándose con ambos
pies, acción que inicialmente es acompañada por una retracción de los brazos
hacia atrás. El salto sobre barreras se presenta después que el niño empieza a
saltar desde alturas bajas.
En cuanto al equilibrio los niños adquieren la
capacidad de marchar sobre líneas con bastante exactitud a una edad
notablemente temprana. La capacidad para marchar sobre un trayecto
razonablemente recto se alcanza alrededor de los tres años.
La conducta de trepa se advierte en infantes que
incapaces todavía de caminar gatean escaleras arriba allí donde pueden hacerlo.
Cuando los infantes aprenden a caminar, habitualmente aprenden a subir
escaleras sin alternar los pies y, si encuentran apoyo en un pasamano o en un
adulto, lo hacen en posición vertical. Al promediar el tercer año empiezan a
alternar sus pasos y a poner un pie en cada peldaño. Hacia fines del cuarto año
y a principios del quinto, si se les presta ayuda y no les falta coraje,
intentaran bajar las escaleras.
El juego es una actividad, además de placentera,
necesaria para el desarrollo cognitivo (intelectual) y afectivo (emocional) del
niño. El juego espontáneo y libre favorece la maduración y el pensamiento
creativo. Los niños tienen pocas ocasiones para jugar libremente. A veces,
consideramos que "jugar por jugar" es una perdida de tiempo y que
sería más rentable aprovechar todas las ocasiones para aprender algo útil. Por
medio del juego, los niños empiezan a comprender cómo funcionan las cosas, lo
que puede o no puede hacerse con ellas, descubren que existen reglas de
causalidad, de probabilidad y de conducta que deben aceptarse si quieren que
los demás jueguen con ellos.
Los juegos de los niños deberían
considerarse como sus actos más serios. El juego espontáneo está lleno de
significado porque surge con motivo de procesos internos que aunque nosotros no
entendamos debemos respetar. Si se desea conocer a los niños -su mundo
consciente e inconsciente- es necesario comprender sus juegos; observando éstos
descubrimos sus adquisiciones evolutivas, sus inquietudes, sus miedos, aquellas
necesidades y deseos que no pueden expresar con palabras y que encuentran
salida a través del juego.
Juego y realidad: valor del juego
simbólico (juego de ficción)
Los tipos de juegos de los niños muestran su
evolución:
- Juegos funcionales, juegos de acción, de
sensaciones y movimientos, en la etapa de las adquisiciones sensorio motrices.
- Juegos de ficción, juegos simbólicos o de representación, en las etapas del pensamiento preoperatorio y de las operaciones concretas.
- Juegos reglados y estructurados, deporte, juegos de competición, propios de la etapa del pensamiento formal y de la concentración. El juego simbólico o de ficción es el juego infantil por excelencia. Obligado a adaptarse a un mundo social adulto y a una realidad física que aún no comprende, el niño necesita inventarse su propio mundo a partir de aquello que vive, pero traduciéndolo a un lenguaje simbólico, personal, con el que adaptar ese mundo externo a sus necesidades. Por medio del juego de ficción el niño asimila poco a poco ese mundo externo, lo elabora y se adapta a él en un proceso continuo de maduración.
- Juegos de ficción, juegos simbólicos o de representación, en las etapas del pensamiento preoperatorio y de las operaciones concretas.
- Juegos reglados y estructurados, deporte, juegos de competición, propios de la etapa del pensamiento formal y de la concentración. El juego simbólico o de ficción es el juego infantil por excelencia. Obligado a adaptarse a un mundo social adulto y a una realidad física que aún no comprende, el niño necesita inventarse su propio mundo a partir de aquello que vive, pero traduciéndolo a un lenguaje simbólico, personal, con el que adaptar ese mundo externo a sus necesidades. Por medio del juego de ficción el niño asimila poco a poco ese mundo externo, lo elabora y se adapta a él en un proceso continuo de maduración.
Juego y desarrollo intelectual
Los niños empiezan a usar símbolos desde el segundo
año de vida (por ejemplo, al señalar un perro diciendo "guau" o al
hacer como si bebiera de una taza), repitiendo actuaciones que han visto en
adultos, representando sucesos que han vivido o imitando el funcionamiento de
determinados objetos. Es la imitación diferida. En ese imitar del niño se
produce la asimilación de las situaciones y relaciones que observa en el mundo
que le rodea. Parte de modelos concretos para, más adelante, llegar a la
concentración. La función simbólica es una meta representación común al juego y
a otras actividades humanas como el lenguaje. Cuando falla la adquisición y
utilización de la función simbólica (en la afasia, en el autismo, en la
deficiencia mental...) se advierte la importancia de la misma en la maduración
personal y la necesidad de potenciar en la infancia la práctica del juego
espontáneo para que puedan lograrse los niveles adecuados en cada etapa
evolutiva.
Juego y personalidad
A veces, determinadas dificultades, que quizá
parecen insuperables para el niño, pueden hacerse frente por medio de los
juegos, siempre que se aborden a su modo y planteando de uno en uno los
aspectos del problema Los celos por el nacimiento de un nuevo hermano, por
ejemplo, es un tipo común de conflicto, que suele aparecer enmascarado en los
juegos como reacción a procesos internos que el mismo niño desconoce, pero que
le ayudarán a aceptar esa realidad, al representarse el problema de una forma
nueva y grata para él, como cuando trata a su muñeco del mismo modo que él
quiere ser tratado o cuando reacciona en su juego como querría haberlo hecho en
la realidad. En el juego se da una adaptación entre lo imaginable (todo es
posible) y lo permitido (reglas de conducta), en la que el niño tiene tiempo de
aprender lo que es factible y correcto mientras permite una salida airosa a sus
impulsos.
En síntesis, el juego...
...es una actividad imprescindible para el niño. El
juego es necesario para el desarrollo intelectual, emocional y social.
- Permite tres funciones básicas de la maduración psíquica: la asimilación, comprensión y adaptación de la realidad externa.
- Exige ofrecer al niño el tiempo y los medios favorables para que lo pueda realizar a su modo.
- Favorece las adquisiciones sociales tempranas, las habilidades de comunicación social. Es una preparación para la vida adulta.
- Como conducta exploratoria, impulsa la creación de campos de acción y la creatividad.
- Tiene un sentido para el niño. Cuando se le interrumpe cualquier juego, se le priva del desenlace de un argumento creado por él mismo con una finalidad que no siempre alcanzamos a comprender.
- Permite tres funciones básicas de la maduración psíquica: la asimilación, comprensión y adaptación de la realidad externa.
- Exige ofrecer al niño el tiempo y los medios favorables para que lo pueda realizar a su modo.
- Favorece las adquisiciones sociales tempranas, las habilidades de comunicación social. Es una preparación para la vida adulta.
- Como conducta exploratoria, impulsa la creación de campos de acción y la creatividad.
- Tiene un sentido para el niño. Cuando se le interrumpe cualquier juego, se le priva del desenlace de un argumento creado por él mismo con una finalidad que no siempre alcanzamos a comprender.
Jugar es la actividad central en la
vida de los niños. Cuando los chicos juegan, construyen su mundo y se
construyen a sí mismos.
La actividad más importante que hacen los niños es
sin duda alguna... jugar. Esta valoración del juego infantil es el
punto de llegada de una larga historia en la que no era considerado en su vital
jerarquía. Más bien, durante la edad antigua e incluso la edad media, el jugar
infantil era apreciado literalmente como pérdida de tiempo. Desde ya que tal
consideración va de la mano de la idea que los adultos tenían acerca de lo que
es un niño. La visión social del pequeño adulto entrañaba que ser grande era el
modelo ideal al que se debía tender; en consecuencia, un niño no era más que un
proyecto inacabado de aquel que llegaría a ser algún día. La expectativa de los
adultos era que lograra imitar lo antes posible su propio modelo.
Es en el siglo pasado cuando aparecen diferentes
corrientes teóricas que modifican la visión adulto-céntrica del niño. Comienza
a ser mirado en su rol activo de procesamiento de los estímulos que le vienen
de afuera. El niño deja de ocupar en la mirada del adulto un lugar de
pasividad. El juego infantil adquiere también otro rango aunque desde el
sentido común se lo siga comprendiendo como una actividad placentera pero
improductiva. Nada más lejos de tal apreciación. El niño encuentra en el juego
el modo más propio de expresar lo que piensa y siente en el encuentro con el
mundo. Es, a su vez, una experiencia que le permite comprender, elaborar
situaciones vividas con el mínimo esfuerzo, sin consecuencias en la realidad y
con toda la eficacia transformadora en su mundo emocional y cognitivo.
Es posiblemente en función de esta idea, o quizás
de la observación más simple, que se adjudique a los niños el juego como algo
innato. Suele decirse... "los niños juegan porque son niños... porque
sí". Se estrecha entre la infancia y el juego una relación natural. Sin
embargo, no todos los niños juegan. No todos alcanzan esta experiencia. Los
profesionales de la salud lo saben muy bien y por ello los pediatras, los
psicopedagogos, los psicólogos, etc., incluyen en la consulta la pregunta por
el juego. Es sin duda un indicador de salud. Si un niño no juega debemos
preguntarnos seriamente qué sucede porque estaremos sobre seguro frente a
alguna dificultad que puede conllevar serias consecuencias en la vida de ese
niño si no se hace algo a tiempo.
A la conquista de uno mismo
El juego es una conquista en el duro
camino de la independencia. No es algo natural que el niño hace por ser niño.
Ha implicado para él un trabajo enorme de separación subjetiva, psicológica y
de integración en el mundo social. La tarea más importante de todo ser humano
consiste en poder encontrar un lugar en el mundo. Para ello deberá atravesar
primero una separación inevitable, la del nacimiento. Pero a esta primera
separación biológica deberá continuar el largo camino de la separación
psicológica. En ese espacio potencial que se abre y se amplía progresivamente
entre el niño y su madre, ingresa la cultura. El juego, así también como el
lenguaje, la imitación y el dibujo serán la manifestación más directa del progreso
simbólico en el niño, es decir, de poder representar la ausencia,
primero de su madre y luego de los otros seres y objetos significativos para
él. Ya no necesitará ver o tomar los objetos para saber de su existencia. Podrá
nombrarlos, representarlos, dibujarlos, es decir, podrá recrearlos en su mundo
interno. Lo más importante y vital del juego es, pues, esa capacidad que se
adquiere para la transformación de la realidad. Una transformación que tiene en
cuenta los elementos de la realidad, que no se aparta totalmente de ella pero
le imprime un modo particular de percibirla, de reconstruirla y volverla
habitable. La capacidad creadora es entonces... "esa
capacidad poco común... de transformar en terreno de juego el peor de los
desiertos".
Jugando a ser grandes
En el terreno de juego, a su vez, es en donde el
niño va adquiriendo experiencia. "Así como la personalidad de
los adultos se desarrolla a través de la experiencia en el vivir, del mismo
modo la de los niños se desarrolla a través de su propio juego". Freud
decía que los niños juegan a ser grandes, intentan por esta vía comprender los
distintos roles que los adultos asumen socialmente. Pero hay algo más... es a
través del juego como los niños logran desdramatizar una realidad que
puede volverse incluso intolerable. Los miedos en los niños, sus angustias nos
hablan de una infancia que no es la que se sostiene míticamente en la sociedad,
esa infancia dorada de los sueños, esa parcela de vida ideal que hemos perdido.
Se enfrentan, como los adultos, a la dureza de la angustia que puede producirse
por múltiples situaciones y por una en particular que es inevitable: saber que
poco a poco deberán despegarse de esa imagen de los padres omnipotentes para
comenzar en algún momento a producir en soledad. Si los niños tienen la
oportunidad de desarrollar esa zona de juego que Winnicott ha denominado
experiencia transicional, habrán ganado como él lo expresa, el capital más
importante, "sentir que la vida vale la pena de ser vivida".
El juego y sus etapas
Los niños comienzan a jugar a muy poco tiempo de
nacer, en consecuencia, las características del juego infantil irán variando en
el largo y complejo transcurso del desarrollo.
El desarrollo infantil es un proceso de cambio que
se da de manera gradual y continua a lo largo de la vida del niño. Esto
significa que irá atravesando diferentes etapas, cada una de las cuales
revelará la aparición y utilización de conductas nuevas. Su progreso depende de
la interacción de cuatro aspectos fundamentales: la maduración biológica, la
estimulación ambiental, la conducta activa del niño y la experiencia emocional.
- De 3 a 5 años
Desde los 3 hasta los 5 años el niño multiplica y
potencia sus posibilidades motoras, cognitivas, lingüísticas, sociales y juega
con todas ellas. El control progresivo del equilibrio y el dominio de los
movimientos de su cuerpo, hacen que el niño disfrute corriendo, saltando,
trepando, arrastrándose, girando, bailando... Se divierte enormemente con
canciones, rimas, poesías, trabalenguas, adivinanzas... Le gustan los juegos
que le permiten reconocer, y aparear colores, formas, tamaños. Las letras y los
números comienzan a interesarlo pues el niño los descubre en su mundo familiar
y social empezando a construir muchas hipótesis en relación a estos dos objetos
de conocimiento.
Podríamos considerar a esta etapa como la del
apogeo del "juego simbólico". Es el tiempo en el que los niños
comenzarán a armar juegos de roles que les permitan comprender mejor y elaborar
lo que les sucede emocional y cognitivamente a partir de sus experiencias en el
encuentro con los otros y con el mundo. Este juego irá cobrando en el tiempo
distintos matices. En un principio los niños comenzarán compartiendo un mismo
escenario de juego en el que cada uno jugará a ser "algún otro": un
animal, el personaje de un cuento, un miembro de la familia, un dibujito de la
tele... No sólo representarán los personajes corporalmente sino que también los
harán hablar; pero quien ocupe el lugar de espectador podrá dar cuenta de que
el libreto está muy descoordinado aún y que los niños plantean verdaderos
"monólogos colectivos".
En esta etapa, el niño avanza en el conocimiento de
su cuerpo centrando su curiosidad en las diferencias sexuales y el juego lo
pone de manifiesto. Jugar a la mamá, al papá, a los hijos, a los novios, a los
casados, es una constante. Los varones demuestran, a su vez, interés por todos
los juegos en los que puedan probar su "potencia", a través del juego
con autos, aviones o trenes... Es muy importante que en este momento los padres
favorezcan el encuentro de su hijo con otros niños en la participación de
juegos grupales.
El progreso del juego simbólico en esta etapa se da a partir de la paulatina descentración del niño. Hacia los 5 años comenzará a tener en cuenta el rol que asumen sus pares para asumir el suyo: el niño comienza a representar su papel pero teniendo en cuenta el de los demás. De ser así, el juego del niño desemboca en un gran logro: organizar un juego compartido en relación a una regla común. Será entonces, posible el diálogo y lo que es aún más importante: comenzar a jugar en un mundo de diferencias.
El progreso del juego simbólico en esta etapa se da a partir de la paulatina descentración del niño. Hacia los 5 años comenzará a tener en cuenta el rol que asumen sus pares para asumir el suyo: el niño comienza a representar su papel pero teniendo en cuenta el de los demás. De ser así, el juego del niño desemboca en un gran logro: organizar un juego compartido en relación a una regla común. Será entonces, posible el diálogo y lo que es aún más importante: comenzar a jugar en un mundo de diferencias.
7 años en adelante
De los 7 años en adelante el juego infantil que
había incorporado las "reglas" hacia el final de la etapa anterior,
hace que el niño comience a interesarse por un juego que se llama "juego
de reglas" o "juego social". Tampoco ahora el niño abandona
"para siempre" los juegos de ejercicio o los juegos de roles. De
hecho, es muy común observar que los niños juegan, por ejemplo, a saltar sólo
porque les gusta o bien a representar escenas dramáticas. Pero el juego de
reglas cobra ímpetu debido a la construcción que el niño hace en esta etapa
respecto de lo "prohibido y lo permitido". Aparece una amplia gama de
juegos tales como las carreras, el poli-ladron, los juegos de mesa... El éxito
de estos juegos depende de cómo todos se han ceñido a las reglas. Aparece
también el interés por los deportes, ya que éstos dan a los niños dos
posibilidades: organizar un juego en relación a un conjunto de normas socialmente
consensuadas y al mismo tiempo, poner a prueba la fuerza y la habilidad
corporal que tienen en este período y que vuelve a ocupar un lugar de interés
para los niños. Los padres pueden estimular a sus hijos para su participación
en alguna actividad deportiva siempre y cuando el niño también lo desee. Sin
duda, la preocupación por la fuerza corporal en este período conlleva un
sentido sexual, pues hacia el final de esta etapa los niños comenzarán a
atravesar la pubertad.
Los niños cantan, saltan, sonríen, bailan y juegan; sobretodo juegan, recuerdas cuando jugabas??, bueno yo también, ¿por qué juegan los niños? Bueno, vivencian actividades, se perfilan hacia el futuro, mientras mas juega un niño, más preparado estará para su vida adulta.
Recrea y exterioriza sus alegrías y temores, es importante tomarte el tiempo para verlo jugar, la forma como se desenvuelva en el juego, y como coparticipe con sus pares, nos dejará claro cuales son sus fortalezas y debilidades.
Deja que el niño se ensucie, que trepe, que tenga mascotas, déjalo explorar y soñar, que invente, cree, la vida es de los soñadores, actualmente se sabe que el principal capital de una empresa, no son las maquinarias o el dinero; es el capital humano, la creatividad humana.
Nunca a reprimas a un niño soñador, ingenioso, creativo, proactivo y sobretodo preguntón, da a gracias a Dios si tienes un niño así.
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