Todos he tenido
malos días, incluso como solemos llamar “malas rachas”, situaciones que se
repiten y nos hacen pensar que todo nos va mal y debemos rendirnos, pues
bueno, yo no lo creo cuando caes y tocas
fondo, hasta donde no se puede caer más, no queda otra alternativa que subir, es
una ley de la vida, como suelen decir nuestros padres, “luego de la tormenta
llega la calma”, me gusta decir frase
como “no te desanimes”, “sigue adelante, tu puedes”, sin embargo cuando nos
sentimos devastados, estas frases nos resultan irónicas, lo que debes saber es
que no estás solo, si somos 7 billones
de personas en el mundo, a todos nos ha pasado, y si 7 billones de personas son
capaces de levantarse y seguir jugando, también puedes hacerlo tú.
Te dejo unas bonitas fabulas sobre perseverancia:
Un
campesino, que luchaba con muchas dificultades, poseía algunos caballos para
que lo ayudasen en los trabajos de su pequeña hacienda. Un día, su capataz le
trajo la noticia de que uno de los caballos había caído en un viejo pozo
abandonado. El pozo era muy profundo y sería extremadamente difícil sacar el
caballo de allí. El campesino fue rápidamente hasta el lugar del accidente, y
evaluó la situación, asegurándose que el animal no se había lastimado. Pero,
por la dificultad y el alto precio para sacarlo del fondo del pozo, creyó que
no valía la pena invertir en la operación de rescate. Tomó entonces la difícil
decisión de decirle al capataz que sacrificase el animal tirando tierra en el
pozo hasta enterrarlo, allí mismo.
Si estás
"allá abajo", sintiéndote poco valorado, y otros lanzan tierra sobre
ti, recuerda el caballo de esta historia.
LAS 2 RANITAS
Había una vez dos
ranas que cayeron en un recipiente de nata. Inmediatamente se dieron cuenta de
que se hundían: era imposible nadar o flotar demasiado tiempo en esa masa
espesa como arenas movedizas. Al principio, las dos ranas patalearon en la nata
para llegar al borde del recipiente. Pero era inútil; solo conseguían chapotear
en el mismo lugar y hundirse. Sentían que cada vez era más difícil salir a la
superficie y respirar.
Una de ellas dijo en voz alta: “No puedo más. Es imposible salir de
aquí. En esta materia no se puede nadar. Ya que voy a morir, no veo porqué
prolongar este sufrimiento. No entiendo qué sentido tiene morir agotada por un
esfuerzo inútil.” Y dicho esto, dejó de patalear y se hundió con rapidez,
siendo literalmente tragada por el espeso liquido blanco.
La otra rana, más persistente o quizá más tozuda, se dijo “¡No hay
manera! Nada se puede hacer para avanzar en esta cosa. Sin embargo, aunque se
acerque la muerte, prefiero luchar hasta mi último aliento. No quiero morir ni
un segundo antes de que llegue mi hora.” Siguió pataleando y chapoteando
siempre en el mismo lugar sin avanzar ni un centímetro, durante horas y horas.
Y de pronto, de tanto mover y batir las ancas, agitar y patalear, la
nata poco a poco se fue volviéndose más espesa, hasta convertirse en
mantequilla. Sorprendida, la rana dio un salto y, patinando, llegó hasta el
borde del recipiente. Desde allí, pudo regresar a casa croando alegremente.
EL LEÓN
Y EL RATÓN
Dormía un león cuando un ratón empezó a juguetear encima de
su cuerpo.
Despertó el león y lo atrapó. A punto de ser devorado, el ratón le
pidió que le perdonara, prometiéndole pagarle en el futuro. El león echó a reír
y lo dejó marchar. Días después, unos cazadores apresaron al rey de la selva y
lo ataron con una cuerda. Al oír el ratón los lamentos del león, corrió al
lugar y royó la cuerda, dejándolo libre. “Días atrás” - le dijo -, “te burlaste
de mí pensando que nada podría hacer por ti en agradecimiento. Ahora es bueno
que sepas que los pequeños ratones somos agradecidos y cumplidos”.
LA
LIEBRE Y LA TORTUGA
Una vez, una liebre, se burlaba de las patas cortas y de la
lentitud de una tortuga. Ésta dijo a la liebre: "Puede que seas muy veloz,
pero estoy segura de poderte ganar una carrera”. Sorprendida, la liebre aceptó
el reto. Llegó el día de la carrera y mientras la tortuga no dejaba de caminar
aunque a paso lento, la liebre corrió rápidamente y al ver seguro su triunfo
decidió echarse una siesta. Poco después, la liebre despertó y vio a la tortuga
llegar a la meta y ganar.
Cuando
somos adultos, podemos enfrentarnos a las vicisitudes y afrontar las
adversidades, si tienes niños pequeños, recuerda, ellos necesitan de una mano
amiga, de un cálido abrazo, ayúdalos,
para que logren vencer sus miedos.
Todos tenemos dentro la fortaleza necesaria.
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